Leía hace poco un frase en Linkedin de Andrés Ortega, “innovar es el arte de equivocarse para derribar convencionalismos…”.
Al final, ¿cuantas veces tenemos que equivocarnos para conseguir acertar al menos una vez?, acordémonos de Apple, la cual estuvo a punto de quebrar antes de lanzar el ipod, iphone o ipad y hoy sin embargo es icono de innovación.
Innovar es hacer las cosas de manera distinta, es arriesgarse, es no tener miedo al error, es volver a aprender, empezar desde cero. En definitiva, es lo que nos permite evolucionar y mejorar, es la savia que nos mantiene vivos. Cualquier negocio que no incorpora la innovación en su ADN tiene fecha de caducidad y más en entornos VUCA como los actuales. Más pronto que tarde, puede dejar de ser “negocio”.
Tengo la suerte de estar en una empresa donde la innovación es parte de nuestro ADN y nuestro CEO y fundador es una mente inquieta y visionario que nos hace estar a todos muy despiertos. Al final, mi role aquí ha sido más ayudar a dar forma a esa innovación y poder ponerla en valor.
No obstante, a lo largo de mi carrera, si hay situaciones donde me ha tocado jugar un papel de transformación y por ello innovar. Destacaría cuando en una de esas empresas, impulsamos la distribución de seguros a través de canales no tradicionales, incorporando la venta remota a través de teléfono y los canales digitales, fue un reto apasionante y nada fácil, dónde la barrera principal fue convencer a los responsables de negocio del potencial de esos canales.
No hay una fórmula mágica, soy muy inquieto y me gusta leer sobre temas variados y sectores diversos. También soy muy observador y estoy constantemente pensando como podemos hacer para mejorar, simplificar procesos, dar un mejor servicio a los clientes. Todo esto unido a la posibilidad de viajar, conocer otras culturas, otros mercados y entender como gestionar situaciones de manera diferente, te ayuda a poder proponer soluciones alternativas o complementarias.
Pero una fase clave, es volver a tu día a día e identificar que áreas o procesos son susceptibles de evolucionar o mejorar y ahí es crítico escuchar a tus clientes, tanto externos, como internos.
Al final, es importante distinguir entre “tener o concebir” una idea innovadora y “desarrollarla”. Para lo primero, yo más que pasos, señalaría que casi son más importantes los “proveedores de ingredientes”, y aquí conviene no dejar fuera a ningún participante en la potencial (puede no ser la actual) cadena de valor, ni a ningún stakeholder de la empresa, por ejemplo proveedores y/o sociedad/comunidad en general.
Aquí no vale el café para todos, depende mucho de la fase en la que te encuentras, en un primer momento el mayor foco es el eje creativo y por lo tanto debes dejar llevarte y evitar entrar a valorar si la idea es viable o no, pues corres el riesgo de terminar matándola antes de que tome forma. A medida que avanzas en el diseño, el peso de la funcionalidad debe ir subiendo pues es donde empiezas a valorar como de factible y sencillo es la ejecución.
De todos modos, también depende mucho de los perfiles de los equipos con los que cuentas en cada proyecto y ahí es donde entra en juego otra variable fundamental, identificación del equipo de trabajo, es donde tienes que asegurar un equipo diverso. La diversidad del equipo te puede aportar una mayor riqueza creativa a la par que no dejar fuera ninguna funcionalidad crítica.
Cómo dice mujer, recurro a mi píldora relajante. Me pongo la equipación, cojo mi bici y me voy al monte. Eso me resetea y cargo las pilas para volver otra vez a la rutina.
La bici y el monte (la Naturaleza), lo que nos permite es entrar en un estado mental, que más allá de cargar las pilas, nos libera de todas las “restricciones que suelen conllevar las rutinas típicas del día a día”, y en ese estado es más fácil que se produzcan “conexiones y asociaciones de ideas” totalmente atípicas y a veces hasta un poco “locas” que pueden inspirar auténticas innovaciones. Personalmente pienso que la innovación tiene ese punto de serendipia que es más fácil de propiciar en esos estados que provoca la actividad en la naturaleza, y si es en soledad, mejor todavía.
Tengo un muy buen amigo, Angel Luis Rodriguez, que me dio un consejo que procuro cumplir todos los días, “es importante dedicar una hora al día para cultivar la mente y otra para cultivar el cuerpo”.
Principalmente dos, uno interno, donde podamos ayudar a nuestros equipos realizar el trabajo de una manera más eficiente y ágil. Por otro lado, el poder ofrecer soluciones, bien sean servicios o productos, que ayuden a nuestros clientes y a todos los stakeholders de la empresa, sobre todo la sociedad/comunidad y donde todavía hay muchos que no son clientes… a resolver sus necesidades en el día a día.
Es fundamental tener un equilibrio en tu vida para poder hacer frente al día a día, para mí es crítico tener una buena salud, eje sobre el que pivota mi equilibrio personal y profesional. Descansar, mantener una buena alimentación, hacer deporte, pasar tiempo de calidad con familia y amigos y estar expuesto a parcelas de interés diversas que “aparentemente” no están relacionadas con el actual negocio de la empresa es mi fórmula mágica.
No hace mucho, en una de mis empresas anteriores, trabajamos en lanzar un producto que incluía un servicio de scoring de riesgo asociado a un seguro. Sobre el papel todo cuadraba, había una necesidad en el mercado, ayudaba a reforzar la explicación/venta del producto, incluso se automatizó todo el proceso por lo que la contratación era ágil y sencilla…al final, la investigación, el diseño y planificación de la solución son críticos, pero la ejecución puede tirar al traste una excelente iniciativa y en esta parte hay que coordinar muchos intereses y objetivos que no siempre tienen porque estar alineados.
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